¿Preparados para una nueva reflexión? En este caso incidiremos en la situación actual del entrenador… ¿Es el alto nivel el ámbito donde poder optar a la profesionalización, o pasa a ser el trabajo en la base? ¿Qué anima al entrenador a formarse? ¿Precisa la situación actual de cambios normativos?
Actividad vocacional en la mayoría de los casos, la crisis económica ha dejado un panorama realmente desalentador para el voleibol, y el deporte profesional en general.
Exceptuando el fútbol, y en gran medida por la flexibilidad con la que es tratado por el fisco, el resto de ligas nacionales se han visto seriamente devaluadas en los últimos años.
En concreto, las superligas de voleibol, han sufrido un grave retroceso hacia el amateurismo debido a la inevitable pérdida de recursos de los clubes en sus proyectos de élite.
Muchos de los jugador@s profesionales han tenido que emigrar y buscar la continuidad de sus carreras fuera de nuestras fronteras, y para los entrenadores no ha sido muy distinto. Deportes como el balonmano, con prestigio internacional, no lo han tenido difícil para que sus mejores profesionales encuentren cabida en ligas internacionales.
En volei, ya son pocos los entrenadores profesionales vinculados a la élite, y el resquicio más habitual para optar por la profesionalidad está empezando a ser trabajar en una estructura de club, aunque un gran número de entrenadores contemplan el voleibol como una mera actividad complementaria a un trabajo algo más seguro y fiable.
La nueva ley del deporte no va a ayudar a que esta situación mejore, muy al contrario, forzará (si nada lo remedia) una reducción de las ya escasas compensaciones que se reciben por entrenar equipos y se generarán dudas en quién compagina el volei con otra actividad laboral por las posibles incompatibilidades fiscales.
Los clubes, sin la llegada de esa ley de mecenazgo que nos equipare a la mayoría de países europeos en incentivos fiscales para empresas, no contarán con facilidades para proveer de recursos a proyectos ambiciosos en sus primeros equipos.
¿Y esta situación repercute de alguna manera en entrenadores y su formación? Lógicamente…
Los cursos con los que, actualmente, los entrenadores consiguen la titulación para desarrollar su “trabajo”, aportan una buena base para comenzar la andadura, pero los conocimientos adquiridos en ellos no son definitivos, necesitan ser completados y actualizados periódicamente mediante una formación continua.
La experiencia que va adquiriendo el entrenador con el desarrollo de la actividad será de gran valor, pero si los proyectos se limitan a la base la utilidad se relativiza. El nivel de las ligas estatales absolutas, tampoco ayuda a que los técnicos de clubes inmersos en ellas crezcan, y no resulta nada sencillo ver retransmisiones de voleibol de alto nivel, ligas internacionales o competiciones de selecciones.
Con este panorama no es sencillo adquirir un bagaje formativo suficiente para afrontar con garantías retos deportivos, de ahí el compromiso de la FCVB en facilitar esa formación mediante las actividades propuestas desde la colegiatura.
Pero no todos los entrenadores cuentan con la misma inquietud por la formación. Suele ser la profesionalización lo que estimula a entrenadores a invertir tiempo y recursos en su formación, pero si resulta tan complicado adquirirla mediante proyectos de alto nivel, ¿qué alternativa queda?
Tal vez debamos plantearnos si las limitaciones existentes para un entrenador a la hora de compaginar el trabajo en diferentes clubes, deberían mantenerse. Posiblemente, si un entrenador contara con libertad para asumir varios proyectos, en un mismo club o en diferentes, unido a un cambio de filosofía con respecto al enfoque de los objetivos en categorías inferiores, tendiendo a dar mayor importancia a la formación que a la competición, veríamos incrementado el número de profesionales.
Tal vez este entrenador, que va adquiriendo más experiencia y formación, sea valorado de forma especial para proyectos de iniciación más ambiciosos y pueda conseguir una compensación algo superior por ellos con lo que vería recompensada su apuesta.
Tal vez, el hecho de poder “facturar” trabajo a un nivel que realmente compense, podría facilitar la incorporación al mundo del deporte en la base, de la figura del profesional autónomo, que podría acabar siendo la solución legal para muchos clubes o instituciones.
Está claro que esta reflexión de la que quiero haceros partícipes contiene un montón de matices discutibles. Ahora os doy la oportunidad a vosotros de enriquecerla con vuestras aportaciones…
OSCAR NOVILLO